El hombre que se mece
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La muerte se pasea de principio a fin en estas historias breves e intensas, unas veces cumpliendo la siniestra tarea y otras tensando hasta la desesperación la temida cuerda. Porque la muerte se divierte como el gato con las presas y nunca sabemos si vino a pasar el rato o a terminar el juego. De esta manera, el espanto del hombre que viaja con el ataúd para su hermano asesinado y el drama del que extravía las cenizas de su madre, en las manos del diestro narrador, se transforman en historias cómicas.
Hay que andar de puntillas en estas páginas. No se puede confiar ni en luz de la mañana o el encanto del ocaso: cualquier cosa puede pasar.
Páginas tan peligrosas como el muchacho que canta
«Mambrú se fue a la guerra» después de una masacre o el hombre que sobrevive al despiadado amor de once mujeres.
Una experiencia al borde del abismo.
Triunfo Arciniegas




